La Eucaristía en los padre de la Iglesia





“A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.” (San Justino, Carta a Antonino Pío, Emperador, año 155)

“Así; como cuando uno junta dos trozos de cera y los derrite por medio del fuego, de los dos se forma una sola cosa, así también, por la participación del Cuerpo de Cristo y de su preciosa Sangre, Él se une a nosotros y nosotros nos unimos a Él” (San Cirilo de Alejandria, Coment. Evang. S. Juan, 10)

"Se abstienen de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, que padeció por nuestros pecados, y que el Padre por su bondad resucitó." (Ignacio de Antioquía, Carta a los de Esmirna, 7,1 año. 110).

"No tengo gusto por la comida corruptible ni por los placeres de esta vida, deseo el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, que era del linaje de David;. Y de bebida deseo su sangre, que es amor incorruptible "(Ignacio de Antioquía, carta a los Romanos 7:3 [AD 110]).

"El pan sobre el que se ha dado gracias es el cuerpo del Señor, y la copa su sangre (Ireneo, Contra las Herejías, IV: 18,4 (año. 200).

"El pan y el vino de la Eucaristía antes de la invocación de la Trinidad santa adorable eran pan y el vino, pero tras de haber sido hecha la invocación, el pan se convierte en el cuerpo de Cristo y el vino en la sangre de Cristo" (San Cirilo de Jerusalén Catequesis 19: 7 año 350).

"Se los prometí a ustedes [los cristianos nuevos], que han sido bautizados, un sermón en el que me gustaría explicar el sacramento de la Cena del Señor… Ese pan que vosotros veis sobre el altar, habiendo sido santificado por la palabra de Dios, es la cuerpo de Cristo. ese cáliz, o más bien, lo que hay en ese cáliz, habiendo sido santificado por la palabra de Dios, es la sangre de Cristo "(San Agustín de Hipona Sermones 227 año 411).

“Reconoced en el pan [eucarístico] lo que pendió de la cruz; en el cáliz lo que manó del costado.” (San Agustin Sermo Denis 3,2)

“Por lo cual ya hemos probado con el evangelio por el misterio del pan y del vino la verdad del cuerpo y la sangre del Señor, al contrario del fantasma de Marción.” (Tertuliano Adversus Marcionem, 5,8,3).

“Si subes con Él para celebrar la pascua, te dará el cáliz del Nuevo Testamento, te dará también el pan de la bendición, te concederá su propio cuerpo y su propia sangre” (Origenes In Ieremiam, homilía 19, 13)

“Antes, en enigma, el maná era un alimento; ahora, en realidad, la carne del Verbo de Dios es el verdadero alimento, como dice Él: Mi carne es verdadero alimento y mi sangre es verdadera bebida”. (Origenes In Numeros, homilía 7,2)

“Esto precisamente es lo que no me atreví a hacer, diciéndole [a un anciano que le insistía en que le renovara el bautismo] que le bastaba la comunión [eucarística] en que estaba admitido desde hacía tanto tiempo; a quien ha participado de la Eucaristía y pronunciado con los demás el Amén, y se ha acercado al altar y ha extendido las manos para recibir el alimento sagrado, y lo ha recibido, y ha participado del cuerpo y la sangre de nuestro Señor, a ése yo no me atrevería a rehacerlo desde los principios [administrándole nuevamente el bautismo]”. (Dionisio de Alejandría, carta al papa Sixto II, en Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, 7,9,4)

“Por lo demás, gran delito es lo mismo el de los que son admitidos que el de los que los admiten a tocar el cuerpo y la sangre del Señor, usurpando temerariamente la comunión, sin haber sido lavadas sus manchas por el bautismo de la Iglesia ni haber sido expuestos sus pecados, cuando está escrito: quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignante, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor”.[28] (Firmiliano de Cesarea, epistolario de San Cipriano, Epístola 75,21)

"Cuando [Cristo] repartió el pan [en la ultima cena] él no dijo:" Este es el símbolo de mi cuerpo ", sino: 'Este es mi cuerpo." De la misma manera, cuando dio el cáliz él no dijo: "Este es el símbolo de mi sangre", sino: 'Este es mi sangre ", porque él quería que vieran en los elementos eucarísticos después de la recepción de la gracia y de la venida del Espíritu Santo, no solo su naturaleza, sino recibirlos como son, el cuerpo y la sangre de nuestro Señor. Deberíamos. . . no considerar [los elementos] simplemente como el pan y la copa, sino como el cuerpo y la sangre del Señor, en el que fueron transformados por el descenso del Espíritu Santo "(Teodoro de Mopsuestia Homilías Catequesis 5:01 año 405 dC)

“Nosotros, los que pertenecemos al Nuevo Testamento, celebrando nuestra Pascua cada domingo, siempre nos saciamos del cuerpo del Salvador, siempre participamos de la sangre del Cordero.” (Eusebio de Cesárea, De solemnitate paschali 7)

“¿Cómo está hoy Cristo en nosotros, por verdad de naturaleza o por concordia de voluntad? Porque si el Verbo verdaderamente se hizo carne y nosotros en el alimento del Señor comemos verdaderamente el Verbo hecho carne, ¿cómo se va a juzgar que no permanece naturalmente en nosotros, el que nació de hombre tomó la naturaleza de nuestra carne, inseparable de Él, y en el misterio que nos comunica su carne unió la naturaleza de su carne con la naturaleza de su divinidad?” (Hilario de Poitiers Trinitate 8,13)

“Porque Él mismo dice: Mi carne es verdaderamente comida, y mi sangre es verdaderamente bebida: el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Sobre la verdad de la carne y de la sangre, no nos queda lugar a dudas; pues ahora por la profesión del Señor y por nuestra fe es verdaderamente carne y verdaderamente sangre. Y cuando esa carne es comida [por el creyente] y la sangre es bebida, entonces producen que nosotros permanecemos en Cristo y Cristo en nosotros”. (Hilario de Poitiers De Trinitate 8,14)

“Verás a los levitas que llevan los panes y el cáliz con el vino y los ponen sobre el altar. Y mientras que no se hacen las oraciones e invocaciones, es sólo pan y vino; pero cuando se han terminado las grandes y admirables preces, entonces el pan se hace cuerpo y el cáliz sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y de nuevo: Vengamos a la realización de los misterios. Este pan y este cáliz, antes de las oraciones e invocaciones son puros [pan y vino]; pero cuando han sobrevenido las grandes preces y las grandes invocaciones, baja el verbo al pan y al cáliz y se hace su cuerpo” (San Atanasio (295-373) Fragmentum ex sermone ad baptizatos, PG 26,1325)

“Es por cierto bueno y provechoso recibir la eucaristía cada día y participar así del cuerpo y sangre de Cristo. Porque Él dice con toda claridad: el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. ¿Y quién puede dudar que participar frecuentemente de la vida es lo mismo que tener vida en abundancia? Yo comulgo cuatro veces a la semana: en el día del Señor, el miércoles el viernes y el sábado, y en cualquier otro día si ocurre alguna conmemoración de algún santo” (San Basilo Epistula 93)

“Sin temor y sin dudas come el cuerpo, bebe la sangre, si deseas la vida” (Gregorio Nacianceno Oratio 45, In sanctum Pascha, 19)

“Creemos que también ahora el pan santificado por la palabra de Dios se transforma en cuerpo del Verbo de Dios” (Gregorio de Niza Oratio catechetica 37)

“El pan al principio es común; pero, cuando lo consagró el misterio, se llama y se hace cuerpo de Cristo” (Gregorio de Niza In diem luminum, PG 46,581)

“Cuando Él mismo ha declarado y dicho del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá ya a dudar? Y cuando Él mismo ha asegurado y dicho: Esto es mi sangre, ¿quién dudará jamás diciendo que no es su sangre?” (Cirilo de Jerusalén Catequesis mistagógica 4,1)

“En una ocasión, con una mera indicación suya, convirtió agua en vino durante las bodas de Caná de Galilea, y ¿no va a ser digno de creerse que Él convierte el vino en su sangre?» (idem, 2)

“Por tanto con seguridad absoluta participamos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Porque en figura de pan se te da el cuerpo y en figura de vino se te da la sangre, para que participando del cuerpo y de la sangre de Cristo, seas hecho con-corpóreo y con-sanguíneo de Cristo. Porque así somos también portadores de Cristo, distribuidos su cuerpo y su sangre por nuestro miembros; así, según san Pedro, somos hechos consortes de la naturaleza divina” (ídem, 3)

“Pero ese pan es pan antes de las palabras de los misterios; en cuanto sobreviene la consagración, del pan se ha hecho carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo lo que es pan puede ser cuerpo de Cristo? La consagración, pues, ¿en qué palabras está y de quién son esas expresiones? Del Señor Jesús [...]. La palabra de Cristo es la que produce este sacramento” (Ambrosio de Milán De sacramentis 4,4,14)

“No era cuerpo de Cristo antes de la consagración; pero después de la consagración te digo que es ya el cuerpo de Cristo. Él lo dijo y se hizo, lo mandó y se creó” (ídem, 4,4,16)

“Sabes, pues, que del pan se hace el cuerpo de Cristo y que el vino, que se echa con agua en el cáliz, se hace sangre por la consagración celeste. Dirás tal vez: Yo no veo apariencia de sangre. Pero se le asemeja. Pues como recibiste el símbolo de la muerte [en el bautismo], así también bebes el símbolo de la preciosa sangre para que no tengas horror a la sangre y, sin embargo, produzca su efecto el precio de la redención. Sabes pues que lo que recibes es el cuerpo de Cristo” (ídem ,4,19-20)

“Se lava la carne, para que se limpie el alma; se unge la carne, para que se consagre el alma; se signa la carne, para que se salve el alma; se ensombrece la carne por la imposición de manos, para que [el alma] se ilumine por el Espíritu Santo; la carne come y bebe del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma se sacie de Dios” (Gregorio de Elvira Tractatus de libris Sacrarum Scripturarum 17,26)

“Cuantos participamos del cuerpo, cuantos gustamos de esta sangre, pensemos que participamos del cuerpo que no difiere en nada ni se distingue de aquel [cuerpo histórico de Jesús]” (Juan Crisóstomo In epistulam ad Ephesios, homilía 3,3)

“El pan después de la consagración es digno de ser llamado el cuerpo del Señor, aun cuando la naturaleza del pan permanece en él” (Juan Crisóstomo Epístola a Cesario).

“El Verbo vivificante de Dios, al unirse a su propia carne, del modo que Él sabe, la hizo vivificante. Pues Él dijo: [...] Yo soy el pan de la vida [...]. Por lo tanto, comiendo la carne de Cristo Salvador de todos nosotros, y bebiendo su sangre preciosa, tenemos vida en nosotros, hechos como una cosa con Él y permaneciendo en Él y teniéndole también a Él en nosotros.” (Cirilo de Alejandría Explanatio in Lucae evangelium 22,19).

“Demostrativamente dijo: Esto es mi cuerpo y esto es mi sangre; para que no pienses que lo que aparece es una figura, sino que, en virtud de algo inefable del Dios omnipotente, las oblaciones [de pan y vino] verdaderamente se transforman en cuerpo y sangre de Cristo, al participar de las cuales, recibimos la fuerza vivificante y santificante de Cristo.” (Cirilo de Alejandría Commentarius in Matthaeum 26,27)

“Gozando de los sagrados misterios, ¿no nos unimos en comunión al Señor mismo, del que afirmamos que son el cuerpo y la sangre, ya que todos participamos del mismo pan?” (Teodoreto de Ciro Interpretatio I epistolae ad Corinthios 10,16-17)
  
“No nos acerquemos al pan místico como a simple pan, puesto que es la carne de Dios, carne preciosa, adorable y vivificante, porque vivifica a los hombre muertos en los pecados; mientras que la carne ordinaria no podría vivificar el alma. Y esto es lo que Cristo, el Señor, dijo en el Evangelio: que la carne, es decir, la ordinaria y simple, no aprovecha nada” (Epistulae 3,39)

“Tengamos hambre de Cristo y Él nos da el pan celestial. El pan nuestro de cada día dánosle hoy [...]. Piensa alguno que el pan celestial se refiere a los misterios [eucarísticos]; y lo aceptamos porque es verdaderamente la carne de Cristo y verdaderamente la sangre de Cristo” (San Jerónimo Tractatus in librum psalmorum 145,7)

Dios te bendiga.

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