¿Se puede vivir sin comer, sin beber y sin dormir?
“Ellos entonces le dijeron: «¿Qué signo haces para que viéndolo creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.” Juan 6:30-36.
El cuerpo humano no puede sobrevivir sin alimento y agua durante largos períodos de tiempo. De hecho, de acuerdo con SurvivalTopics.com, lo más que puede estar una persona sin agua son 10 días, sin comida, de cuatro a seis semanas. Sin embargo las personas que enlistamos a continuación no han vivido días, semanas, o meses sin comer, beber, o dormir, sino que han vivido años alimentándose solo de la Eucaristía, dejando a los médicos perplejos.
El cuerpo humano no puede sobrevivir sin alimento y agua durante largos períodos de tiempo. De hecho, de acuerdo con SurvivalTopics.com, lo más que puede estar una persona sin agua son 10 días, sin comida, de cuatro a seis semanas. Sin embargo las personas que enlistamos a continuación no han vivido días, semanas, o meses sin comer, beber, o dormir, sino que han vivido años alimentándose solo de la Eucaristía, dejando a los médicos perplejos.
Estas historias que siguen también ponen en jaque las creencias de ateos y no-católicos respecto a la presciencia real de Jesucristo nuestro Señor en la Santa Eucaristía que niegan de manera pertinaz. Pero Dios es tan grande y sabio que permite que ciertas personas sobrevivan alimentándose por largos años solo de la Santa Eucaristía precisamente para afianzar la fe de los que creen, y para mover a la conversión el corazón de aquellos que dudan de que en la Santa Eucaristía este realmente Jesucristo presente.
Alejandrina María da Costa.
Alejandrina nace el 30 de marzo de 1904 en Balasar, en la provincia portuguesa de Oporto. Es una pequeña campesina llena de vida, divertida, afectuosa. A los 14 años se lanza desde de una ventana a cuatro metros de altura del jardín para preservar su pureza, amenazada por unos hombres que habían entrado en la casa. Cinco años más tarde, las lesiones derivadas de la caída le provocaron una parálisis total que la mantuvo en cama durante más de 30 años, hasta el final de su vida. Se ofreció como víctima a Cristo por la conversión de los pecadores y por la paz del mundo. Durante cuatro años (1938-42) revivió todos los viernes, durante tres horas, la pasión de Cristo.
En 1936, por orden de Jesús explica la biografía difundida por la Santa Sede solicitó a Pío XII la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María. Renovó su petición varias veces. Finalmente, así lo hizo el Santo Padre el 31 de octubre de 1942, con un mensaje transmitido a Fátima en lengua portuguesa. Este acto lo renovó en Roma en la Basílica de San Pedro el 8 de diciembre del mismo año. Del 27 de marzo de 1942 hasta su muerte (esto es, durante 13 años y 7 meses), no ingirió ninguna otra bebida ni alimento más que la Eucaristía.
Marta Robín.
Marta es la sexta hija de un matrimonio de humildes campesinos de la pequeña localidad de Chateauneuf de Galeur, no lejos de Lyon. En 1928, cuando tenía 26 años de edad, es golpeada por una encefalitis que le paraliza todos sus músculos, incluso aquellos que inconscientemente permiten deglutir alimentos y bebidas y quedará por el resto de su vida postrada inmóvil en la cama, agravada posteriormente por la ceguera y la imposibilidad de dormir.
Al comienzo podía aún mover los dedos pulgar e índice de una de las manos y pasar las cuentas del rosario. Poco tiempo duró esa pequeña facultad de movimiento perdiéndola y quedando entonces completamente inmóvil a no ser por su cabeza, la que podía mover ligeramente. Es también desde los 26 años que no puede tomar ni siquiera un sorbo de agua. Cuando los médicos la forzaban a hacerlo, ante la imposibilidad de la deglución, el agua le salía por las narices.
Según la medicina, Marta Robin debía morir pronto y lo único que se podía hacer era llamar a un sacerdote para recibir la unción de enfermos como último viático. La joven, en extremo piadosa, prepara su alma para entregarla al Señor y recibe los sacramentos un miércoles. Una semana después, Robin sigue viva y la familia vuelve a llamar al sacerdote para que la conforte en sus «últimos días» con la Comunión. A la semana siguiente, Marta vive aún. Y así semana tras semana, mes tras mes, hasta 53 años vivió Marta desafiando las ciencias biológicas y la más elemental experiencia que sin comida ni bebida y sin dormir se muere. Su alimento y bebida era la sola Eucaristía.
Su padre espiritual le traía la Sagrada Eucaristía una vez por semana. En más de una ocasión, tanto él como otros sacerdotes que la visitaban, pudieron ver la Sagrada Forma escapar de sus manos y volar directamente a la boca de Marta. Hasta un Obispo testificó que vio como se disolvía una vez que pasaba sus labios.
Una vez que recibía su comunión semanal entraba en éxtasis y comenzaba a revivir la Pasión y Crucifixión de Cristo. En su cuerpo aparecían los estigmas y las heridas de la flagelación así como las de la corona de espinas. Actualizaba, en su frágil cuerpo, el momento de la cruz y, en el de la muerte de Cristo, ella aparecía muerta. Y así hubiera permanecido si no hubiera sido que el padre espiritual el domingo la llamaba nuevamente a la vida, a lo que Marta respondía por obediencia.
No comía, no dormía, pero estaba en constante oración e intercesión por el mundo. En los días que no revivía la Pasión, había un gran aflujo de visitantes. Como Padre Pío, poseía el carisma de ver el interior del alma de las personas y simplemente les decía aquello que tenían más necesidad de oír. También como el Padre, no soportaba quienes iban a verla por mera curiosidad y esperaban que les adivinara el futuro.
Luisa Lateau.
Luisa Lateau fue una maravilla viviente, porque durante doce años y medio no comió ni bebió. Vivió de la comunión de cada día; y estuvo quince años sin dormir en absoluto.
A los dieciocho años empezaron los éxtasis y aparecieron los estigmas, lo cual no impidió que siguiera manteniendo a su familia con su trabajo como costurera. Numerosos médicos fueron testigos de sus dolorosos éxtasis de los viernes y dejaron testimonio del hecho que durante doce años ella no tomó ningún alimento, excepción hecha de su comunión semanal. Le bastaban tres o cuatro vasos de líquido a la semana. En vez de dormir, pasaba las noches en oración y contemplación, hincada a los pies de su cama.
Luisa nació en Corato, al sur de Italia, el 23 de abril de 1865. A los nueve años Piccarreta recibió la primera Comunión y la Confirmación, y desde ese momento aprendió a permanecer en oración durante horas enteras ante el Santísimo Sacramento. A los once años se inscribió en la asociación de las Hijas de María en la Iglesia de San José. Hacia los doce años comenzó a escuchar en su interior la voz de Jesús (especialmente al recibir la Comunión), que la dirigía y la instruía. A esta edad, un día mientras trabajaba en su recámara y se encontraba absorta en la contemplación de la pasión de Jesús, le sucedió un acontecimiento portentoso. Al asomarse al balcón de su casa tuvo la visión de Jesús sufriente bajo el peso de la cruz que, elevando sus ojos hacia ella, pronunció estas palabras: “¡Alma, ayúdame!” Desde ese momento se encendió en Piccarreta un deseo de padecer con Jesús.
A los 13 años de edad tuvo inesperadamente la visión de Jesús con la Cruz a cuestas, a partir de la cual y para siempre, se encendió en Luisa un grandísimo deseo de compartir el padecimiento de Jesús por amor a El. A los 16 años tuvo una segunda visión de Jesús coronado de espinas, a partir de la cual ella aceptó plenamente la Voluntad de Dios. Pocos días después tuvo una tercera visión de Jesús en su Pasión, que la llevó a perder el conocimiento; cuando volvió en sí no era capaz de abrir la boca ni de tomar alimento, situación que se mantuvo durante dos o tres días y que poco tiempo después se convertiría en definitiva, viviendo el resto de su vida (64 años) solo de la Voluntad Divina, que junto con la Eucaristía era su único alimento.
Teresa Neumann.
Mención aparte merece el caso de Teresa Neumann, que fue estudiado en profundidad por numerosos científicos desde un punto de vista imparcial. Su biógrafo, Johannes Steiner, testigo privilegiado de los hechos, cuenta que desde las navidades de 1922, y debido a una parálisis de los músculos de deglución, Teresa Neumann sólo tomó alimento líquido; desde agosto de 1926, sólo tomaba una o dos cucharadas al día, ya que no sólo no experimentaba sensación alguna de hambre, sino que por el contrario sentía repugnancia hacia la comida y la bebida.
Finalmente, a partir de las navidades de 1926 se negó a tomar cualquier alimento; sólo se le daban unas gotas de agua al recibir cada día la sagrada comunión. Y desde septiembre de 1927 el párroco Naber ni siquiera le dio ya esas gotas. Desde esa fecha hasta el final de su vida, es decir, a lo largo de 35 años, Teresa Neumann se mantuvo sin ningún alimento ni bebida alguna. Su única alimentación fue la sagrada comunión. Al mismo tiempo, cesaron por completo las evacuaciones urinarias e intestinales a partir de 1930.
No obstante, la Comunión diaria era fundamental para su supervivencia. Si pasaba más de un día sin haber comulgado, ella entraba en un estado de inconsciencia del cual solo la sacaba tomar la Sagrada Comunión. La gente tenía dudas acerca de que Teresa pudiera vivir sin comer, de modo que el obispo de Regensburg pidió que se expidiese un certificado médico que acreditara este fenómeno, en 1927. Teresa y su padre accedieron a que le fuera realizado un examen médico, el cual se llevó a cabo entre los días 14 y 28 de julio de 1927. El resultado fue hecho público por el profesor Ewald y las autoridades diocesanas: ellos confirmaron que en efecto Teresa estaba viviendo sin tomar comida alguna.
Anna Catarina Emmerick.
Anna Catarina Emmerick nació en Alemania el 8 de septiembre de 1774 de una familia de campesinos. Comenzó a trabajar desde muy temprana edad. Poco después maduró la vocación religiosa y pidió ser admitida en varios monasterios pero no fue recibida en ninguno porque no poseía dote a causa de su pobreza. A los 28 años fue finalmente acogida en Agnetenberg, donde comenzó con gran fervor la vida monástica, siempre disponible para asumir los trabajos más pesados. Una noche, mientras estaba rezando se apareció ante ella Jesús, quien le ofreció una corona de rosas y otra de espinas.
Ella escogió la de espinas y Jesús se la depositó sobre la cabeza. En torno a la frente aparecieron los primeros estigmas. Poco después, luego de otra aparición de Jesús, aparecieron heridas en sus manos, en los pies y el costado. Anna Catarina pudo encontrar hospitalidad trabajando como domestica en la casa de un sacerdote. Pero poco después se enfermó y tuvo que guardar cama.
El Dr. Wesener, un joven medico, la visitó y quedó impresionado por los estigmas. En los siguientes once años se convertiría en su amigo y fiel ayudante, quien llevaba un diario detallado de las visiones. Mientras tanto, la religiosa había dejado prácticamente de nutrirse. Un poco de agua y la Hostia consagrada fueron suficientes para mantenerla en vida durante mas de 10 años.
San Nicolás de Flüe.
San Nicolás de Flüe fue un asceta y ermitaño suizo, santo patrón de Suiza. A veces es invocado como el Hermano Klaus. Nacido en el cantón de Unterwalden, era hijo de ricos campesinos, distinguiéndose como soldado en acción contra el cantón de Zúrich, que se había rebelado contra la confederación. Cuando tenía alrededor de 30 treinta años se casó con Dorothy Wiss, hija de un agricultor y procrearon 10 hijos, 5 varones y 5 hembras.
A la edad de cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso.
Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. El obispo de Constanza va a bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. No prueba bocado por muchos años (existen testigos históricos de que durante un período de 19 años y medio él se alimentó sólo con la Eucaristía), y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el carácter sobrenatural del ayuno.
Santa Angela de Foligno.
En los primeros años de su vida fue una pecadora: orgullosa, vanidosa, poco piadosa y dedicada a la vida mundana. Se casó muy joven y tuvo varios hijos. Poseía riquezas, castillos, lujos, joyas y fincas, pero nada de esto la hacía feliz.
En 1283, cuando ella tenía 35 años de edad, mueren sucesivamente su madre, su esposo y sus hijos. En medio de la inmensa pena, Angela va al templo y oye predicar a un franciscano, el Padre Arnoldo, y durante el sermón se da cuenta de lo equivocadamente que ha vivido. Hace una confesión general de toda su vida. Se hace terciaria franciscana. Va en peregrinación a Asís, y San Francisco en una visión le dice que es necesario hacer dos cosas muy importantes: vender todo lo que tiene, darlo a los pobres, y dedicarse a meditar en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Así lo hace. Lo vende todo, menos un castillo o palacio que estima muchísimo. Hasta que en una visión oye decir a Cristo crucificado: "¿Y por amor a tu Redentor no serás capaz de sacrificar también tu palacio preferido?". Lo vende también y todo el dinero recogido lo distribuye entre los pobres. Vende todas sus joyas y lujos, reparte el dinero entre los más necesitados, y se dedica a la vida de contemplación y meditación en la Vida, Pasión y Muerte del Señor. Santa Angela de Foligno estuvo 12 años sin probar alimento alguno, tan solo la Santa Eucaristía.
Santa Lidwina de Schidam.
Santa Liduvina es la Patrona de los enfermos crónicos, quienes ofrecen su sufrimiento para la remisión de sus pecados y la conversión de los pecadores. Nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su familia era sumamente piadosa y a la niña le encantaba recoger regalos para llevarlos a gentes muy necesitadas.
A la edad de 15 años sufrió un terrible accidente que le dañó severamente la columna vertebral y la postró en cama casi paralizada. Su estado de salud empeoraba cada día, con continuos vómitos, jaquecas, fiebre intermitente y dolores por todo el cuerpo. La santa sufría mucho a causa de estos tormentos; se entristecía cada vez que escuchaba jugar y reír a sus compañeros, y se preguntaba porque Dios había permitido que padeciese tan duro martirio.
Sin embargo, un día, conoció al Padre Pott, nuevo párroco de la parroquia que estaba cercaba a su casa. Este virtuoso sacerdote le recordó que "Dios al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor fruto y a los hijos que más ama más los hace sufrir". Y luego colocó en frente de la cama de la santa un crucifijo, pidiéndole que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con El y pensara que si Cristo sufrió tanto, debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad.
La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo; pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Pasó 38 años de su vida paralizada, sin comer o beber algo pues sólo se alimentaba con la Sagrada Comunión que recibía a diario.
En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un documento que decía: "Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de la Sagrada Comunión que recibe".
En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos dolores. Pero no cesaba de elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de Cristo en la Cruz. Sus biógrafos dicen que en treinta y ocho años no durmió veinte horas.
También se alimentaron sólo de la Eucaristía por muchos años:
- Santa Catalina de Siena. (1347-1380) Estuvo 8 años sin tomar alimento, solo la Santa Eucaristía.
- Beata Elisabeth Achler. (1386-1420) Más de 15 años sin tomar alimento, tan sólo la Santa Eucaristía.
- Santa Catalina de Rocconi. (1468-1547) Vivió 10 años sin tomar alimento, solo la Santa Eucaristía.
- Domencia del Paradiso. (1473-1553) Vivió 20 años sin probar alimento, solo la Santa Eucaristía.
- Maria Dominca lazzari. (1815-1848) Duro 12 años sin probar alimento solo la Santa Eucaristía.
- Magdalena Gornik. (1835-1896) Vivo 47 años sin ningún alimento terrenal.
Dios te bendiga.
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