¿Porque Dios permite el mal?
Alguien nos hacia la siguiente consulta:
En primer lugar os diré que creo en Dios, pero que a mi edad ya madura me surgen preguntas que me gustaría exponerlas para su comentario. A fin de no hacer un texto farragoso iré exponiendo en sucesivos mensajes cada una de las dudas que tengo:
1ª.- Siendo Dios todopoderoso bueno y magnánimo, como puede haber creado al hombre con los problemas enormes que existen en la tierra?
Respondo a tus preguntas:
Pues si lees en la Biblia, (en el Génesis), Dios no creo al hombre con “problemas enormes”, por el contrario, creo al hombre para que estuviera y viviera libre de los achaques que por su caída heredamos, y que nos atormentan hoy. Y además, no solo creo al hombre con la garantía de una vida feliz, sino de una vida eterna, siempre y cuando fuera obediente a Dios y confiara en su justicia. Todas y cada un de las acciones creativas narradas en el Génesis fueron realizadas por Dios con sabiduría, y pensando en la felicidad del hombre:
Gén 1:21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente que repta y que hacen bullir las aguas según sus especies, y todas las aves aladas según sus especies; y vio Dios que estaba bien.
Gén 1:27, 28 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: "Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra."
Gén 1:31 Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. “Todo”, es un superlativo que se refiere, probablemente, no a una obra de Dios en particular, sino al conjunto de la creación. Lo cual nos indica que cada objeto estaba en su lugar correcto, cada proceso vegetal progresaba según su estación, todo animal estaba en su estructura e instinto ajustado a su modo de vida, y a su uso en la economía del mundo. (1)
Además, cuando Dios creo al hombre antes de su pecado, ya le había señalado las consecuencias negativas que le podrían acarrear su desobediencia:
Gén 2:16,17 Y Dios impuso al hombre este mandamiento: "De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio." Una vez que el hombre y la mujer perdieron el don de impasibilidad, entro el dolor y el sufrimiento, en delante, fue ya normal que el dolor y el sufrimiento les acompañara el resto de sus vidas, junto con los demás males de una naturaleza caída.
Por eso, el argumento en contra de la sabiduría y misericordia al crear al hombre y permitir el sufrimiento, podría ser valido solo si el dolor y el sufrimiento fuera inútil y no trajeran recompensa, o si Dios no obrara por medio de el algún bien, mostrando así su soberanía sobre el mismo. (2)
Cuando creo a Adan y Eva, no sabia ya que iban a pecar?
Esta pregunta se relaciona con la anterior. La cuestión no solo se basa en Omnisciencia de Dios, sino en conveniencia. Por eso, esta pregunta esta centrada únicamente desde una perspectiva humana.
Ya habíamos dicho que el pecado humano como el pecado angélico fueron actos que se dieron en personas libres, en consecuencia creadas con bondad, mas el abuso a esa libertad fue la causa del sufrimiento y el pecado.
Dios por ser sumamente bueno, del cual todo bien procede, no puede ser causa de ningún mal humano, ni por accidente, (per accidens), pero Dios lo permite con esa especie de voluntad que los teólogos llaman permisiva-improbativa, es decir, tolerancia.
Por eso, cuando el hombre peco por voluntad propia, Dios no podría ir contra su naturaleza y aniquilar a su creación, el hombre, sino que ofreció otra alternativa, para salvar al hombre y ganar para el una gloria mayor junto a El que el hecho de nunca haber pecado no nos habría conseguido.
Pero… ¿realmente hubiera sido mejor para nosotros que nunca incurriremos en pecado? Para un raciocinio humano y contemporáneo pudiera ser que si, pero Dios tiene otra respuesta:
"Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza". 2ª Cor 12:9
Pues sus proyectos no son los míos, y mis caminos no son los mismos de ustedes, dice Yavé. Así, como el cielo está muy alto por encima de la tierra, así también mis caminos se elevan por encima de sus caminos y mis proyectos son muy superiores a los de ustedes. Isa 55:8-9
Dios no creó el mundo sobre todo para nuestro propio beneficio, lo hizo para su gloria. Él creó un mundo para que El mostrara su gloria más plena y perfectamente. Es decir, una creación en que todos los aspectos del carácter de Dios podrían ser mostrados en su forma más extrema.
Si Dios hubiera creado un mundo en el que nadie hubiera incurrido en pecado, ¿qué aspectos de su carácter podría haber mostrado? ¿Su poder creativo, su bondad, su disposición para su pueblo? Su misericordia o su justicia? ¿Podríamos haber conocido la grandeza de su bondad, al humanarse y caminar entre los hombre como el Emmanuel?
Obviamente el misterio del pecado en el mundo a primera vista nos resultan incoherente e innecesario, pero si profundizamos en su sentido escatológico y teológico, vemos que en los planes divinos resulto ser mas conveniente que inconveniente. Y como reza el Exulet en el pregón pascual: "¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!" Y San León Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que los que nos quitó la envidia del demonio" (Sermones, 73,4: PL 54, 396). (3)
Cuando se rebeló el Angel malo (demonio), ¿no lo podía haber evitado?
No, porque de nuevo, seria ir en contra del mismo propósito por el cuales creo a los ángeles y a los humanos, con libre albedrio.
A continuación agrego las siguientes preguntas y respuestas muy similares a la anterior, respondidas por el padre Antonio Fortea (4).
¿Por qué Dios puso una prueba a los espíritus angélicos? Por qué no concedió la visión beatífica a todos en cuanto les creó? ¿Por qué se arriesgó a que algunos se convirtieran en demonios?
Dios podría haber creado espíritus angélicos y directamente haberles concedido la gracia de la visión beatífica. Esto era perfectamente posible a su omnipotencia y no hubiera habido ninguna injusticia en hacerlo. Pero había tres poderosas razones para concederles una fase de prueba antes de la visión beatífica.
La razón menos importante de todas era el que Dios tenía que dar a cada ser racional un grado de felicidad. Todos en el cielo ven a Dios, pero nadie puede gozar de El en un grado infinito, eso es imposible. Sólo Dios goza infinitamente. Cada ser finito goza al máximo, sin desear más, pero de un modo finito. Goza finitamente de un bien infinito.
La comparación que se suele usar para comprender este concepto metafísico es que cada ser racional tiene un vaso, Dios llena ese vaso hasta sus bordes, plenamente. Pero cada vaso es de una medida determinada. Dios en su sabiduría determinó algo especialmente inteligente: que cada uno determinara el grado de gloria que iba a gozar durante la eternidad.
Dado que esto es para siempre, dado que es algo tan importante, Dios ha dejado tal cosa en nuestras manos. Ya que cada uno ha de tener un grado, eso es inevitable, pues que cada uno decida ese grado. ¿El modo?: una prueba. Según la generosidad, el amor, la constancia y demás virtudes que manifestemos en esa prueba, así en esa medida será el grado.
Como se ve es una disposición de las cosas magnífica, una disposición en la que se manifiesta la sabiduría infinita de Dios. Si esta razón expuesta es importante, considero que todavía lo es más el considerar el hecho de que el único momento en el que un espíritu puede desarrollar su fe, su generosidad para con Dios es mientras todavía no lo ve. Después al verlo tendrá el agradecimiento por lo que ya contempla.
Pero ese amor generoso en la fe, esa confianza hacia Dios en la oscuridad, eso es posible sólo antes de la visión. Después ya nunca será posible. Todo será posible, menos eso. Digamos que es un aspecto del espíritu que o se desarrolla antes de la visión facial de la esencia de Dios, o después ya es absolutamente imposible.
Por eso la prueba es un don de Dios. Un don para que en nosotros germine y se desarrolle la flor de la fe con todos sus frutos. Esa flor en nosotros ya no podrá nacer durante toda la eternidad. Ya no podrá haber fe donde hay visión. Y tras la fe y como consecuencia de ella vienen las virtudes subsiguientes.
Cada ángel desarrollaría unas más y otras menos. Ante todo, el tiempo de prueba daba la posibilidad de que nacieran y se desarrollaran las virtudes teologales. Y después, incluso, unos ángeles desarrollarían más la virtud de la perseverancia, otros la de la humildad, otros la de la súplica, etc. Claro que conceder a un ser la posibilidad de que en él nazca la fe, supone arriesgarse a que pueda germinar en ese mismo ser no la fe sino el mal.
Dios al dar la libertad, sabe que una vez que la conceda puede encauzarse a sí misma hacia el bien o hacia el mal. Dios puede crear el cosmos como quiera, como desee, según su voluntad, sin ninguna cortapisa, sin ningún límite. Pero el santo no se crea, se hace a sí mismo con la acción de la gracia. Conceder el don de la libertad a los espíritus supone que puede aparecer una madre Teresa de Calcuta o un Hitler. Una vez que se concede el regalo de la libertad, se concede con todas las consecuencias. Querer que aparezca el bien espiritual supone de antemano aceptar la posibilidad de que aparezca el mal espiritual.
En el cosmos material no hay bien espiritual, ni la más pequeña cantidad de bien espiritual. El bien del cosmos material es un bien material, la glorificación del universo físico al Creador es una glorificación material e inconsciente. El bien espiritual es cualitativamente superior, pero supone necesariamente tener que admitir ese riesgo.
Por eso la aparición del mal no fue un tras-tocamiento de los planes divinos. La posibilidad de la aparición del mal ya formaba parte de los planes divinos antes de la creación de criaturas pensantes.
De todas maneras, aunque he hablado de que la prueba era necesaria para determinar el grado de gloria, la razón más importante, la razón más poderosa, para conceder el don de la libertad era para obtener el amor de un modo libre. Sin esa prueba, Dios hubiera podido obtener el agradecimiento de los seres a los que hubiera dado un grado de gloria sin pasar por el riesgo de una prueba. Pero Dios es un ser que ama y que quiere ser amado. El único modo de obtener ese amor en la fe, ese amor que se confía, ese amor desinteresado en la oscuridad del que todavía no ve, era proponer esa prueba.
Vuelvo a repetir que el mismo Dios que puede crear miles de cosmos con sólo un acto de su voluntad, no puede crear ese amor que nace del que es probado en el sufrimiento de la fe. El amor a Dios no se crea, es una donación por parte de la criatura.
¿Por qué Dios no retiró la libertad al ver que comenzaban a pecar? ¿Por qué Dios no retira la libertad en cuanto ve que alguien avanza por el camino del mal?
Pues no lo hace, porque realizar tal cosa supondría que tal espíritu quedaría ya para siempre en el mal. Permitir que siga haciendo el mal, supone ofrecerle la posibilidad de que retorne al bien. Retirarle de la prueba haría que se cometieran menos pecados, pero el espíritu que ha sido retirado quedaría petrificado en el mal para siempre. Permitir que el malo siga haciendo el mal, le da la posibilidad de retroceder.
¿Por qué no aniquila Dios al demonio?
Los demonios son una manifestación del poder de Dios en su atributo de la justicia. Por tanto la mera existencia de los demonios proclama que la Ley de Dios no se vulnera en vano. Ellos son una prueba de que la santidad de la Trinidad es inviolable. El que viola esa santidad se deforma a sí mismo transformándose en demonio. Hay una violación de esa Ley y de esa santidad que es reversible, pero si la voluntad opta por no retornar de esa transgresión, entonces la deformación se vuelve eterna.
De ahí que los demonios dan gloria a Dios. Dan gloria a Dios con su existencia. Le glorifican sin quererlo, del único modo que pueden: siendo demonios. Ellos son la terrible prueba del orden divino. El que existan muestra el poder de Dios que contiene y castiga a seres tan poderosos. Su existencia también es una muestra la santidad divina, pues en la historia de cada uno de ellos está el que Dios como un Padre les llamó tantas y tantas veces al arrepentimiento. Su existencia muestra su sabiduría, la sabiduría de su orden, un orden en el que hasta ellos tienen cabida.
Mejor que nunca jamás hubieran existido demonios, pero la Creación es más rica, más variada, con la existencia de este tipo de entes maléficos. Hasta los seres deformes enriquecen la Creación con su mera presencia. Una catedral no sería mas bella si arrancáramos sus seres monstruosos e híbridos esculpidos en sus capiteles y gárgolas. No por esculpir sólo seres bellos es más bella una catedral gótica. Todo tiene su lugar, cada escultura muestra algo del que la esculpió. Los demonios como se ha dicho muestran de Dios su justicia terrible, su santidad y su sabiduría al crear tal orden en la Creación.
Un orden tan perfecto que ni el mal destruye esa arquitectura divina. Hubiera sido preferible que no existiera el mal, pero ya que existe, hasta el mal embellece esa catedral dispuesta por la mente de la Santísima Trinidad. La catedral tiene sus altas torres, pero también sus criptas y subterráneos lóbregos.
Lo dicho puede parecer muy poético, pero hay momentos en que la Teología sólo puede expresar con poesía ciertos conceptos.
Pero volviendo a la férrea lógica de los conceptos teológicos, hay que considerar por otro lado que los demonios no sufren en todos y cada uno de los momentos. De forma que incluso ellos gozan del don de la existencia. La existencia es un don. Y aun sufriendo en muchos momentos, aun viviendo una vida lejos de Dios, los demonios gozan del grado más bajo de felicidad, la felicidad de existir. Sufren en muchos momentos, pero en otros gozan de la potencia racional del conocimiento. De manera que incluso para ellos es preferible existir a no existir. Incluso para ellos Dios es bueno concediéndoles la existencia.
El ser es un bien, aunque sea sufriendo. Si se dejara de existir se dejaría de sufrir, pero se perdería la posibilidad de todo bien, por pequeño que fuera. El bien de la existencia en medio del sufrimiento es pequeño, pero real. Quien pierde la existencia pierde completamente todo.
¿Como puede consentir horrores tan espantosos que ocurren en la tierra?
Debemos ser cuidadosos al afirmar que: “Dios consiente los males del mundo”, sin tener un terreno base para hacer tal acertó. ¿Cómo sabemos a ciencia cierta de que si los consiente? Y puesto que el mal es tan heterogéneo, es imposible hacer una medición exacta para poner un estándar y decir; cuando mal es demasiado mal. Lo digo porque la pregunta insinúa que debe existir una cantidad de mal en el mundo para probar que Dios es impasible ante el dolor humano o viceversa, hacer algo para remediarlo. ¿Puede acaso la jarra de barro preguntarle al alfarero porque no la asa en leña verde?
El problema del mal es resuelto (para el que preserva alguna fe en Dios), mirando como Cristo lo resolvió. Amar el mal es hacerse su cómplice, pero de cierta manera odiar al mal también es hacernos su cómplice, la respuesta de Cristo fue solo una y una acción: –Perdón y desagravio–. Ambas cosas nos ponen en una situación en las que el mal es afrontado desde una prospectiva que no nos condena o nos hace cómplices.
Por tanto, no podemos hacer la pregunta: ¿porque existe el mal en el mundo y es permitido por Dios? sin que nos hagamos una segunda pregunta: ¿como puede existir tanto bien en el mundo sin que Dios no exista, o que este en un estado impasible y desinteresado?
En consecuencia; si el dolor “existe” su solución también debe “existir”. Pero Dios en su debido tiempo mostrara su soberanía sobre el mismo, y cuando lo disponga El, porque el poder del mal es finito.
Por eso, las únicas dos maneras posibles por las cuales Dios nos podría haber librado de los sufrimientos de la caída de Adán serian:
1. Habernos creado sin libre albedrio como los animales pero no humanos y,
2. habernos creado como ángeles, pero radicalmente individuales. (5)
Dios les bendiga.
_________________________
Bibliografía:
(1). Comentarios de la RV; Comentarista Jamieson Fousset Brown.
(2). Apologetics and Catholic Doctrine. Arzobispo Michael Sheehan. Pg 383.
(3). Catecismo católico # 412.
(4). Summa Demoniaca. Cuestión 2,3
(4). Summa Demoniaca. Cuestión 2,3
(5). Handbook of catholic Apologetics de Peter J. Kreeft y Ronald K. Tacelli. Pg. 132
Comentarios