La cuaresma.
Con la llegada de la cuaresma, inicia nuevamente nuestro comino a la conversión, donde acompañamos a nuestro Señor Jesucristo estos cuarenta días previos a su ministerio prefigura del retiro de 40 días de Moisés en el desierto. También simbolizan los 40 días que duró el diluvio, además de los 40 años de la marcha del pueblo Judío por el desierto y los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto. A lo largo de este tiempo, los católicos estamos llamados a reforzar nuestra fe mediante diversos actos de penitencia y reflexión. La Cuaresma tiene cinco domingos más el Domingo de la Pasión o de Ramos (seis en total), en cuyas lecturas los temas de la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón, son dominantes. No es un tiempo triste, sino más bien meditativo y recogido. Por eso, en la Misa católica no se canta el “Gloria” al final del acto penitencial (excepto el Jueves Santo en la misa de la Cena del Señor), ni el “Aleluya” antes del Evangelio. El color litúrgico asociado