Miedo a Dios y miedos personales
Había una zorra que nunca había visto un león. La puso el destino un día delante de la fiera real, y como era la primera vez que le veía, sintió un miedo espantoso y se alejó tan rápido como pudo. Al encontrar al león por segunda vez, aún sintió miedo, pero menos que antes, y lo observó con calma por un rato. En fin, al verlo por tercera vez, se envalentonó lo suficiente hasta llegar a acercarse a él para entablar conversación. En la medida que vayas conociendo algo, así le irás perdiendo el temor. (Esposo - 300 fábulas - 20 – La zorra que nunca había visto un león.)
Cuando nos cae una desgracia o sufrimos un accidente o una enfermedad, enseguida pensamos ¿por qué yo? ¿Qué mal he hecho o qué pecado he cometido para que Dios me castigue así? Y esta visión distorsionada que tenemos de que Dios que “castiga” a veces nos impide que nos acerquemos a El con confianza creando una idea de un Dios cruel en vez de un Dios Amoroso, 1 Jn 4:8.
Muchos padres de familia tienen la culpa de crear en sus hijos este modelo de un Dios justiciero y vengador “Hijo si no me haces caso se va a enojar Diosito” “Es mejor que te cuides de no andar jugando con eso o te va a castigar Dios” De ahí que muchas personas confundan el sano temor de Dios con un Dios vengativo, sin dudas no es el temor que las Escrituras nos hablan: “El que teme al Señor no tendrá miedo, no se asustará por nada ya que El es su esperanza. El que teme al Señor conoce bien su felicidad: ¿en quién se apoya, quién es su fuerza”? (Eclesiástico 15: 34)
Es un hecho de que el miedo es el peor enemigo del hombre, el miedo es fruto del corazón humano que teme que se repitan circunstancias negativas, o mejor dicho circunstancias a las cuales no se les supo extraer el aspecto positivo. El miedo es un triple pecado porque atenta contra las tres virtudes teologales que recibimos en el bautismo. La fe esperanza y caridad.
El miedo atenta contra la fe, porque nos hace pensar que ni Dios puede solucionar ese asunto, o todavía peor nos hace no querer contar con El ante las adversidades de la vida. El miedo atenta contra la esperanza porque nos hace perder la brújula del porvenir nos ancla dentro de un círculo vicioso y mortal, es creer que Dios no puede tener más alternativas que las humanamente posibles.
El miedo atenta contra la caridad, porque lo más opuesto al amor no es el odio, sino el miedo, el odio es un amor profanado, pero el miedo es la ausencia del amor, entre más miedo menos libertad y entre menos libertad menos amor y sin libertad no se puede amar.
El miedo nos condiciona de tal manera que anula lo que nos hace crecer como personas, tomar las decisiones justas a tiempo, el miedo nos derrota antes de entrar en batalla, se considera perdido el caso, y frente a esta crisis solo queda abierta la puerta a la desesperación, que es la antesala del suicidio que se da en múltiples formas, alcoholismo, droga, pesimismo, rechazo de si mismo autodestrucción menosprecio. (Ver Rom 6:23; 1ª Jn 3:8)
Fomentar el miedo en una sociedad es un pecado capital, porque una población con miedo se vuelve incapaz de construir en su seno ideas nuevas y pensamientos libres. El miedo inmoviliza y hace perder racionalidad, a la vez que permite que florezcan las partes más negativas, como es la justicia por mano propia.
Mat 10:29,31 ¿No se venden dos pajaritos por un as? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin la voluntad de vuestro Padre. Cuanto a vosotros, aun los cabellos todos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues. ¿No aventajáis vosotros a los pajaritos?
Dios quiere que le temamos no como a un Dios justiciero sino como un Padre amoroso a quien podemos ofender con nuestros actos indebidos. Cuando se desencadena en el mar la tempestad, al menos en el pasado, los marinos solían echar aceite sobre las olas para calmarlas. Nosotros echamos sobre las olas del miedo y de la angustia la confianza en Dios. San Pedro exhortaba a los primeros cristianos a tener confianza en Dios en las persecuciones, diciendo: «confiadle todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros» (1 Pedro 5, 7).
“El miedo nace cuando muere Dios en la conciencia del hombre. Todos sabemos, aunque oscuramente y con temor, que allí donde Dios muere en la conciencia de la persona humana, se sigue inevitablemente la muerte del hombre, imagen de Dios”. (Mensajes de paz, Juna Pablo II - 5. La cuestión fundamental: ¿quién es vuestro Dios?)
"El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz." Teresa de Calcuta.
Dios te bendiga...
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Dios te bendiga.