La Sagrada Escritura se manifiesta a través de la Iglesia
“La Iglesia es cosa manifiesta y clara, que aun los ciegos, si no quieren a sabiendas cegarse, darán con ella. Esta es la ciudad puesta en lo alto, señal que aun desde lejos atinan a ella los caminantes. Si ella estuviera escondida, todo estaría escondido; porque ella es la que da luz a todo. ¿Qué me aprovecha que haya Escritura de Dios, si yo no sé si es Escritura de Dios? ¿Y cómo sabré si lo es, si la Iglesia no me lo dice?
No creería al Evangelio si la Iglesia Católica no me lo dijese, dice San Agustín ("Contra Ep. Manich"., c. 5,6 [ML 42,176]), no porque la verdad de Dios dependa de nadie, mas porque, para saber si es verdad de Dios, es menester que la Iglesia me lo diga. ¿Y cómo sabré que tal paso de la Escritura quiere decir esto y aquello, pues cada uno da su entendimiento y no hay cosa cierta, mirando a lo que cada uno dice, si no hubiese uno que sin errar me dijese: “Esto se entiende así”?
Quitad esto, y andaremos tan a ciegas como si no hubiese Palabra de Dios en la tierra. Porque si el entendimiento de ella queda a lo que un hombre dice, ya no es palabra de Dios sino palabra de hombre. Pues la palabra consiste en el entendimiento, no en la voz o en la escritura muerta. Para que haya una fe, es menester un sentido; y para un sentido cierto, ha de haber un hombre que lleve en su mano el cántaro de agua al que hay que seguir (cf. Mc 14,13) y que tenga poder para declarar y aclarar a los hombres el agua, que de sí es muy clara.
Y esta es la señal de la Iglesia en la que Dios mora: que tiene una cabeza, que es el Papa, a quien han de seguir todos los demás y obedecerle. Iglesia manifiesta, no escondida, no invisible; porque de esta manera, lo que ha de declarar sería más oscuro.”
(San Juan de Ávila, Escritos sacerdotales [edición preparada por J. Esquerda Bifet], Madrid 1969, 239-240)
Comentarios